Sin noticias de Vietnam

El hecho que narrare a continuación no es insólito, tampoco es una iniciación heroica, simplemente es una historia más de un turista occidental sumido por la perplejidad de una vivencia. En Ho Chi Minh, a finales del mes de julio de 2018, un niño afectado por el agente naranja ofreció a un joven español, que se encontraba a las puertas del museo más visitado del país, el museo de la guerra, una antología de relatos cortos del escritor Shintaro Ishiwara.

 El turista lo adquirió; al recibirlo, trató de ofrecerle un billete de veinte dongs, pero el crio los rechazó de manera educada y optó por intercambiar unas palabras. Era, nos dice, un chiquillo de aspecto extenuado con una malformación congénita provocada por la dioxina, compuesto químico contenido en los herbicidas y defoliantes utilizados por los norteamericanos durante la guerra.

 Sus capacidades físicas se encontraban limitadas, no así las intelectuales, que eran incluso impropias para un niño de su edad. Se manejaba con fluidez en diversas lenguas y en muy pocos segundos pasó del francés al inglés, e incluso pronunció unas palabras en perfecto castellano. 

Antes de despedirse del viajero, cogió el obsequio que le había regalado y con la mano derecha, ayudándose con el único dedo que tenia en la mano izquierda, el índice, señaló uno de los relatos que contenía aquel libro. El español leyó el titulo de esa narración titulada “La emboscada”. Tras esto, el niño esbozó una leve sonrisa y se marchó. 

Sin más dilación, el turista subió a su moto y fue al encuentro de sus otros compañeros de viaje, que le esperaban en un restaurante ubicado al principio de Walking Street. Ese lugar donde habían quedado para cenar situaría el comienzo de una noche abrasadora, en donde los viajeros occidentales incautan las horas de la noche, pues la humedad del día es aún más insoportable.

 El establecimiento se encontraba debajo de un club de alterne y el enorme cartel que incitaba a la gente a entrar, confundió al joven, que entendió que allí no podían estar. De pronto un grito le sorprendió - ¡Estamos aquí empanado! Sus amigos estaban en una mesa fuera del local, en la que tenían apiladas unas doce o trece latas de cerveza y un cenicero a rebosar de colillas.- ¿Qué has estado haciendo hasta hora?, preguntó uno de sus amigos.

- He estado en el museo de la guerra, deberíais haber ido a verlo. Hasta que no entras allí, no eres verdaderamente consciente de lo que le hicieron a este país los americanos, respondió humildemente.

-La verdad, ya no hace falta visitar absolutamente nada, en los tiempos que corren todo te lo muestran las películas… Nada que no puedas ver en la “Chaqueta Metalica” de Kubrick o en “Apocalipsis Now “de Coppola. El resto es perder el tiempo. Anda tomate una cerveza y deja de intentar salvar el mundo. Esto ya está perdido, mira este país… Supuestamente son comunistas, y ¿qué es lo que tienen? Un capitalismo tardío, un híbrido entre una dictadura y el libre mercado. Aquí solo hay consumo efervescente y esclavismo generalizado. Fíjate en esos viejos, ¿se puede saber qué hacen con esas jóvenes vietnamitas? No hace falta ser muy inteligente para entenderlo… Aquí todo tiene un precio. Da igual quién cometiera más atrocidades porque, aunque sean un país liberado, seguirán siendo esclavos del dinero como en todo el resto del mundo.

- Tienes parte de razón en lo que dices, pero para entender la situación actual tendrás que saber qué ha ocurrido, cuáles son las causas y las consecuencias que han provocado que este país se encuentre así, ¿o solo te interesa viajar para hacerte una foto y subirla a tus redes sociales? La cultura de la imagen oculta los hechos y la realidad. Como ejemplo, podría poner lo que yo llamo el turismo de postal, toda esta falta de humanidad tiene su origen en la postal. Lo ideal nunca puede fijarse en un trozo de cartón impreso, esto tiene unas consecuencias claras. La gente no es consciente de a donde viaja, solo les importa ir al sitio que supuestamente se representa en un trozo de cartulina y claro, ¿esto que genera?, la destrucción de los entornos y las culturas. Si todos queremos viajar a los sitios que se nos muestran en las agencias de viajes en fotografías idílicas y retocadas, pero no nos importa lo que sucede en el lugar al que viajamos, ni el mal que generamos al viajar hasta ese lugar… ¿A dónde vamos a parar?, ¿sabes lo que contamina un viaje en avión hasta aquí?, ¿eres consciente de toda la basura que generan los barcos que navegan por Ha Long Bay? Tu has visto con tus propios ojos toda la mierda que flota en las aguas de la bahía, todas esas fotos que promocionan las visitas a las “atracciones turísticas” están destrozando el planeta. Lo mínimo que puedes hacer es ser consciente de ello o por lo menos interesarte por la historia del sitio en el que estas…

Al desenredarse por fin de esa conversación, el protagonista de esta historia decidió no celebrar nada esa noche y se encaminó hacia su hotel cabizbajo. En el trayecto se encontró con varios jóvenes ebrios que se dirigían a los mismos lugares a los que probablemente irían también sus amigos. Él no se reconoció en ellos y aceleró el paso para escapar de su propio reflejo.

Ya tumbado en su cama, sacó el libro con el que le habían honrado. Buscó el relato señalado y lo leyó muy concentrado. La historia era increíble, detallaba la espera de un grupo de soldados norteamericanos ante una ofensiva de los vietcongs. Sintió en el pecho un doloroso latido y entendió porque aquel niño le recomendó ese texto: durante la espera nos sentimos inseguros, la desesperación nos aprieta y las ideas propias del espíritu de la época se ponen en cuestión. El verdadero valor quizás resida en intuir reflexivamente cual ha de ser nuestro modo de actuar.

Herminio Requejo Schoendorff





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